14 / 08 / 2009 | Noticias culturales    

Afiliados a a.d.u.m. : $ 7.- Presentar el último recibo de sueldo en la boletería.

Domingo 23, 15.30 / 17.30 / 19.30 hs.:
PARIS (Idem, Francia 2008).
Dirección y guión: Cédric Klapisch. Intérpretes: Juliette Binoche, Romain Duris, Karin Viard, Francis Cluzet y Fabrice Luchini. Duración: 128 minutos.

El realizador Cédric Klapish tiene vía libre para componer a gusto su tratado sobre la ciudad que lo vio nacer. Porque si bien es cierto que las historias que el film construye podrían, en líneas generales, transcurrir en cualquier metrópolis, cada uno de sus detalles vibra con una sensibilidad típicamente parisina o al menos de eso parecería querer convencernos cada fotograma. No es casual entonces que la película, una obra con características personales que intenta al mismo tiempo seducir a la mayor cantidad de público posible, haya disfrutado de un importante éxito comercial en su país de origen.
«París» a secas, el nuevo largometraje del director de «Piso compartido» y «Las muñecas rusas», vuelve a insistir en la estructura coral que es la especialidad de la casa. Compuesto por una serie de tramas y personajes que se chocan y entrecruzan, directa o indirectamente, el punto de partida dramático está protagonizado por un joven bailarín, Pierre (Romain Duris, todo un veterano en la filmografía de Klapish), quien descubre que la grave enfermedad cardíaca que lo aqueja sólo puede acabar felizmente con un transplante de corazón.
De esa forma, el film relaciona desde un primer momento al motor vital del organismo con su metafórica acepción romántica: muchas de las historias que se despliegan a lo largo de más de dos horas se relacionan con los “problemas del corazón”, aunque no del grado de seriedad del padecido por Pierre. La hermana del muchacho, sin ir más lejos, no conoce hombre desde hace un tiempo (Juliette Binoche, quien devora fácilmente cada escena en la cual aparece). Carencia sublimada en parte por ser la madre de tres hijos y por su rol como trabajadora social, detalle que le permite al film, casi de pasada, hacer alguno que otro comentario más o menos profundo sobre la pérdida de los ideales solidarios, particularmente los sostenidos por el Estado francés.

Domingo 30, 15.30 / 17.30 / 19.30 hs.: Pre-estreno Exclusivo:
BELLE TOUJOURS (Idem, Francia-Portugal 2006).
Dirección y guión: Manoel de Oliveira. Intérpretes: Michel Piccoli, Bulle Ogier, Ricardo Trepa. Duración: 70 minutos.

Sin Catherine
Deneuve, pero sí con la presencia de Michel Piccoli, el longevo realizador portugués Manoel de Oliveira (ya cumplió 100 años) utiliza el pretexto de un clásico dentro de la filmografía de Luis Buñuel como lo es «Belle de jour» (1967), para invocar a dos de sus personajes más emblemáticos y enfrentarlos varias décadas después en esta suerte de epílogo llamada «Belle toujours».

El film que transcurre en su mayor parte en la nocturnidad de Paris, ciudad que invita a convocar viejos fantasmas y recuerdos, narra la historia del reencuentro entre Severine (Bulle Ogier) y el otrora libertino Mr. Husson (M. Piccoli) luego de que éste la viera por casualidad durante un concierto en un teatro de Paris y no pudiera alcanzarla a la salida. A partir de allí, la búsqueda –símil juego del gato y del ratón- de Husson se vuelve prácticamente obsesiva y además abre una grieta para que afloren los recuerdos de sus andanzas al encontrar el confesionario ideal: una cantina a la que asisten viejas prostitutas y cuyo barman es un joven dispuesto a escuchar sin emitir juicio de valor.

Seductor en su relato como siempre, el anciano cuenta la extraña relación de amor entre Severine y su esposo a partir de la inclusión de un tercero para que ella le fuese infiel; una suerte de introducción de un observador de lujo, -papel que le tocara a la sazón a Husson en aquella época de burdeles y satisfacción de los deseos más oscuros- para atestiguar la flamante infidelidad.
Desde ese punto de vista en que la idea del voyeur gana un protagonismo diferente y se refleja también con la posición del espectador se concentra toda la carga erótica que caracterizaba a aquel film de Buñuel y que Oliveira recupera en su relato. La idea de erotismo como la tensión entre lo oculto y lo revelado se yuxtapone en este caso con los secretos y la invasión a la intimidad.

Pero el film de Oliveira también es un film reflexivo sobre el paso del tiempo y la pérdida paulatina del deseo cuando se llega a la vejez. Es también un film dentro de otro que buceaba en tiempos difíciles y represivos nada menos que sobre el placer y la hipocresía de una clase netamente conservadora que hoy puede ser solamente vista con cierto dejo de nostalgia.