30 / 06 / 2009 | Noticias culturales    

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· PARIS (Idem, Francia 2008). Dirección y guión: Cédric Klapisch. Intérpretes: Juliette Binoche, Romain Duris, Karin Viard, Francis Cluzet, Fabrice Luchini. 128 minutos. AM 13 años.
· BELLE TOUJOURS (Idem, Francia-Portugal 2006).
Dirección y guión: Manoel de Oliveira. Intérpretes: Michel Piccoli, Bulle Ogier, Ricardo Trepa, Leonor Baladaque. 70 minutos. Apta todo público
· LA SOLEDAD (Idem, España 2007). Dirección y guión: Jaime Rosales. Intérpretes: Sonia Almarcha, Petra Martínez, Miriam Correa, Nuria Mencía. 124 minutos. AM 13 años

Domingo 5, 15.30 / 17.30 / 19.30 hs.:
PARIS (Idem, Francia 2008). Dirección y guión: Cédric Klapisch. Intérpretes: Juliette Binoche, Romain Duris, Karin Viard, Francis Cluzet, Fabrice Luchini. 128 minutos. AM 13 años.

El realizador Cédric Klapish tiene vía libre para componer a gusto su tratado sobre la ciudad que lo vio nacer. Porque si bien es cierto que las historias que el film construye podrían, en líneas generales, transcurrir en cualquier metrópolis, cada uno de sus detalles vibra con una sensibilidad típicamente parisina o al menos de eso parecería querer convencernos cada fotograma. No es casual entonces que la película, una obra con características personales que intenta al mismo tiempo seducir a la mayor cantidad de público posible, haya disfrutado de un importante éxito comercial en su país de origen.
«París» a secas, el nuevo largometraje del director de «Piso compartido» y «Las muñecas rusas», vuelve a insistir en la estructura coral que es la especialidad de la casa. Compuesto por una serie de tramas y personajes que se chocan y entrecruzan, directa o indirectamente, el punto de partida dramático está protagonizado por un joven bailarín, Pierre (Romain Duris, todo un veterano en la filmografía de Klapish), quien descubre que la grave enfermedad cardíaca que lo aqueja sólo puede acabar felizmente con un transplante de corazón. De esa forma, el film relaciona desde un primer momento al motor vital del organismo con su metafórica acepción romántica: muchas de las historias que se despliegan a lo largo de más de dos horas se relacionan con los «problemas del corazón», aunque no del grado de seriedad del padecido por Pierre. La hermana del muchacho, sin ir más lejos, no conoce hombre desde hace un tiempo (Juliette Binoche, quien devora fácilmente cada escena en la cual aparece). Carencia sublimada en parte por ser la madre de tres hijos y por su rol como trabajadora social, detalle que le permite al film, casi de pasada, hacer alguno que otro comentario más o menos profundo sobre la pérdida de los ideales solidarios, particularmente los sostenidos por el Estado francés.

Domingo 12, 15.30 / 17.30 / 19.30 hs.:
BELLE TOUJOURS (Idem, Francia-Portugal 2006).
Dirección y guión: Manoel de Oliveira. Intérpretes: Michel Piccoli, Bulle Ogier, Ricardo Trepa, Leonor Baladaque. 70 minutos. Apta todo público.

Sin Catherine Deneuve, pero sí con la presencia de Michel Piccoli, el longevo realizador portugués Manoel de Oliveira (ya cumplió 100 años) utiliza el pretexto de un clásico dentro de la filmografía de Luis Buñuel como lo es «Belle de jour» (1967), para invocar a dos de sus personajes más emblemáticos y enfrentarlos varias décadas después en esta suerte de epílogo llamada «Belle toujours».
El film que transcurre en su mayor parte en la nocturnidad de Paris, ciudad que invita a convocar viejos fantasmas y recuerdos, narra la historia del reencuentro entre Severine (Bulle Ogier) y el otrora libertino Mr. Husson (M. Piccoli) luego de que éste la viera por casualidad durante un concierto en un teatro de Paris y no pudiera alcanzarla a la salida. A partir de allí, la búsqueda -símil juego del gato y del ratón- de Husson se vuelve prácticamente obsesiva y además abre una grieta para que afloren los recuerdos de sus andanzas al encontrar el confesionario ideal: una cantina a la que asisten viejas prostitutas y cuyo barman es un joven dispuesto a escuchar sin emitir juicio de valor.

Seductor en su relato como siempre, el anciano cuenta la extraña relación de amor entre Severine y su esposo a partir de la inclusión de un tercero para que ella le fuese infiel; una suerte de introducción de un observador de lujo, -papel que le tocara a la sazón a Husson en aquella época de burdeles y satisfacción de los deseos más oscuros- para atestiguar la flamante infidelidad. Desde ese punto de vista en que la idea del voyeur gana un protagonismo diferente y se refleja también con la posición del espectador se concentra toda la carga erótica que caracterizaba a aquel film de Buñuel y que Oliveira recupera en su relato. La idea de erotismo como la tensión entre lo oculto y lo revelado se yuxtapone en este caso con los secretos y la invasión a la intimidad.

Pero el film de Oliveira también es un film reflexivo sobre el paso del tiempo y la pérdida paulatina del deseo cuando se llega a la vejez. Es también un film dentro de otro que buceaba en tiempos difíciles y represivos nada menos que sobre el placer y la hipocresía de una clase netamente conservadora que hoy puede ser solamente vista con cierto dejo de nostalgia.

Domingo 19, 15.30 / 17.30 / 19.30 hs.:
LA SOLEDAD (Idem, España 2007). Dirección y guión: Jaime Rosales. Intérpretes: Sonia Almarcha, Petra Martínez, Miriam Correa, Nuria Mencía. 124 minutos. AM 13 años
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El nuevo trabajo del cineasta barcelonés Jaime Rosales, que debutó con la impactante «Las horas del día», prosigue en la línea de aquella: explorar la cotidianeidad de seres anónimos a la vez que jugar con la frontera que existe entre documento y ficción. Sus personajes son eso, personajes, pero en la búsqueda de la mayor credibilidad posible siempre están encarnados por actores desconocidos; y su estética responde al más absoluto antiespectáculo: el film carece de una partitura original de apoyo que subraye las acciones y emociones.
De esta forma, toda emoción surge tan sólo de lo que los personajes hacen y dicen. Y también de lo que callan: Rosales emplea el silencio como herramienta expresiva, apoyándose en las miradas de un elenco (encabezado por Sonia Almarcha y Petra Martínez) impecable, sin excepción.
Un nuevo recurso estético en la, hasta ahora, corta filmografía de Rosales, es el de la pantalla partida, que aquí sirve al director para trabajar con el espacio y con las personas que en su marco se mueven: los planos y contraplanos de una conversación aparecen simultáneamente, dando la (falsa) oportunidad al espectador voyeur de verlo todo, de no perderse nada. También vemos un mismo espacio visto desde dos ángulos diferentes, o dos habitaciones de una misma casa, con o sin habitantes… Así se demuestra que podemos estar solos aunque veamos a más de una persona en un solo golpe de vista.
A través de todos estos recursos expresivos Rosales nos cuenta dos historias paralelas: la de Adela, una mujer separada que decide irse a vivir con su hijo de trece meses a Madrid; y la de Antonia, una mujer que trabaja en su tienda de alimentación y que tiene tres hijas, cada una con su carácter y sus problemas: una necesita un préstamo para comprarse una casa en la playa; otra va a ser operada de un cáncer; la tercera vive como puede compartiendo un piso con compañeros.
Las historias se cruzan cuando esta última, Inés, alquila una de las habitaciones de la vivienda a Adela, y pasan a ser compañeras de piso… De esta forma somos testigos de «vidas cruzadas», como las de Raymond Carver en versión Robert Altman; vidas partidas, como la pantalla partida, por un acontecimiento de crueldad brutal. Porque Rosales, como Michael Haneke, es un cineasta de la crueldad , pero de la crueldad más terrorífica: la de todos los días.