01 / 04 / 2009 | Noticias Gremiales    

Hoy escuchamos frases y conceptos grandilocuentes, dichos por compromiso y no «de compromiso», vacías, casi sin contenido, referidas a la muerte y la vida de Raúl Alfonsín. No quiero caer en ese contexto y sí recordar y transmitir mi vivencia política y sentimientos, de hechos simples, en la época que Alfonsín se perfiló como líder político. Esto fue en el año 1981, plena dictadura, Luis «Lucho» Sobrón, en su ya viejo Fiat 125 trasladó a Raúl Alfonsín desde el aeropuerto hasta el Comité Radical en la calle San Martín de Mar del Plata para dar una charla. Asistimos en ese momento «jóvenes» militantes de diversos orígenes para escuchar a un casi desconocido, de quién se sabía que traía un discurso renovador y progresista. Fue una charla extensa y coloquial, en medio del temor y el peligro, todavía estaba prohibido realizar actos políticos, y todos mirábamos para atrás ante el menor ruido, porque las fuerzas de seguridad podían caer y llevarnos a todos. Efectivamente Alfonsín expresó conceptos renovadores que implicaban un posible cambio social y económico si el discurso se transformaba en práctica política. Para el Radicalismo significó un importante giro, en ese momento se ubicaba en el «centro» del espectro político, y Alfonsín fue corriendo el Partido hacia el «centro izquierda» atrayendo importantes sectores de la juventud.

Ya en democracia poder ver el estreno de los filmes Camila y la Historia Oficial fue un hito que rompió con años de censura y represión en la cultura.

El juicio a las Juntas sin precedentes, y las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final como contrapeso.

Mas adelante el llamado de Alfonsín a la Plaza de Mayo para «proteger la república» convocó a todas las fuerzas políticas, allí estuvimos desde Mar del plata, se llenó la plaza, pero con el transcurso del discurso la plaza se fue vaciando lenta pero inexorablemente. En su último discurso público, Alfonsín marca que «la democracia permite la libertad, pero con eso no alcanza, es necesaria la igualdad», y habla de la Unidad Nacional como camino para fortalecer la democracia. Hace una autocrítica, planteando que su gobierno logró consolidar las libertades pero faltó concretar la igualdad. Esto remarca su lugar como estadista, como hombre sincero y honesto. Para terminar, su propia autocrítica nos remite a que es posible que Alfonsín no haya aprovechado en toda su magnitud el enorme apoyo popular inicial a su gobierno para complementar el gran logro de la libertad con la igualdad. Hoy luego de varios gobiernos, seguimos con la deuda de concretar la igualdad de oportunidad económica, social y cultural de los argentinos. En este momento de dolor, reflexionemos sobre nuestra historia para entender el presente y poder construir el futuro.

Miguel Ivorra

Sec. Gral ADUM.