08 / 11 / 2008 | Derechos humanos    

El coronel Pedro Barda, responsable militar de Mar del Plata y zonas aledañas, fue condenado ayer a cadena perpetua.

Uno podría preguntarse cuál es el valor de esta sentencia para alguien que tiene más de 80 años, porqué la prisión domiciliaria para alguien que es condenado como responsable de crímenes de lesa humanidad, uno podría sentirse decepcionado por la actitud de un tribunal que se negó a que el juicio fuese televisado a pesar de que la Corte Suprema de Justicia dispuso lo contrario la semana pasada, asombrado por la dureza de un Juez que con un grito destemplado amenazó desalojar la sala cuando un aplauso cerrado saludó la condena largamente esperada, uno podría preguntarse si en este contexto valió la pena que los sobrevivientes hayan tenido que volver a recordar una vez más el horror de los tormentos.

Pero uno también puede reconocer que si bien 25 años en la vida de cada uno de nosotros es demasiado tiempo, no lo es tanto en términos históricos ni en una democracia que por vez primera llega a estos 25 años sin interrupciones; que condenar a cadena perpetua a un represor tiene además un extraordinario valor ejemplificador en una sociedad a la que tanto le cuesta desandar el camino de la impunidad; que la tenacidad de los sobrevivientes y los organismos de derechos humanos pudo más que las miles de trabas jurídicas y políticas que durante tantos años intentaron impedir que estas condenas llegasen.

Por lo tanto lo que ayer ocurrió en el Tribunal Oral Federal 5 de la ciudad de Buenos Aires es un hecho que debe llenarnos de satisfacción. Porque además de la irremplazable actitud de Marta García de Candeloro, que a lo largo de estos 25 años declaró 46 veces -volvió al infierno 46 veces- para relatar lo que ocurrió en «La Cueva», como presenció el asesinato de su marido, el abogado laboralista Jorge Candeloro, los tormentos aplicados a los demás abogados secuestrados en la denominada «Noche de las Corbatas», y las torturas y vejámenes padecidos por ella misma, estuvo el trabajo y el acompañamiento de muchísimas personas: todos y cada uno de los sobrevivientes de los centros clandestinos de detención, familiares de desaparecidos, organismos de derechos humanos, abogados, gremios. Sin el compromiso de tantas personas hubiera sido imposible reconstruir el trágico rompecabezas del Terrorismo de Estado, ya que aún hoy, los responsables no han aportado ni un sólo dato, ni siquiera el destino de los bebés que se apropiaron y que todavía no han recuperado su identidad.

En lo particular no queremos dejar de mencionar el rol de adum, que desde el inicio decidió promover y participar en el Juicio por la Verdad, y que cuando a partir de la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final se reabrieron las causas penales, acompañó como querellante en la causa Barda, que ayer terminó con la prisión perpetua para el represor. Pero sobre todo queremos destacar que adum no son sólo las personas que eventualmente conducen el gremio, sino todos sus afiliados. Porque sin el acompañamiento de los afiliados no hubiera sido sencillo sostener estas decisiones en el tiempo. Fueron muchos años de mucho trabajo y aún queda bastante por hacer, especialmente el desarrollo de otras causas penales que surgieron a partir de la información del propio Juicio por la Verdad en nuestra ciudad. Sin embargo este ha sido un gran paso y podemos sentirnos satisfechos de haber estado en el lugar que había que estar, contribuyendo junto a tantos otros en esta imprescindible tarea colectiva.

Carmen Segarra

Secretaria DDHH