24 / 03 / 2008 | Derechos humanos,Juicios por la verdad    

El lunes 17 de marzo, en el Tribunal Oral Federal, se dio inicio a una nueva audiencia del Juicio por la Verdad que impulsan los Organismos de DDHH de la ciudad de Mar del Plata desde el año 2000.En esta oportunidad, los testigos fueron citados por los Organismos y el propio Tribunal, para prestar declaración sobre lo acontecido con el licenciado Roberto Sanmartino, asesinado en 1975.

El primer testimonio lo dio el Sr. Alejandro Bolino quien conocía a Sanmartino de la Universidad. Recordó que le decían «El Gordo» y que siempre andaba con un poncho rojo y en moto. Dejó de frecuentarlo dadas las actividades laborales de ambos y todo lo que le ocurrió a Sanmartino le llegó confusamente y por comentarios. Dijo que tenía un conocido que era de la CNU, quien le comentó «cosas que ocurrían». Al serle requerido el nombre, se negó terminantemente a darlo ya que esta persona, dijo, lo había ayudado mucho en ocasión de ser cesanteado en el Casino, donde trabajaba. Los jueces decidieron citarlo en sesión privada. Bolino no sabe cómo se enteró que alguien del CNU había presenciado las sesiones de tortura a las que fue sometido Sanmartino y que esta persona, posteriormente, le pidió disculpas a la madre del mismo, diciéndole que «había muerto como un hombre».

Luego declaró el Sr Jorge Sessa, quien conoció a Sanmartino ya que trabajaba en un taller mecánico de motos y por las noches, hacía arreglos en su casa. Con el tiempo se fue dando una relación de amistad e hicieron viajes juntos. Nunca supo que tuviera militancia alguna ni tampoco trataban temas de política. Aclaró que asistió a su velorio.

María Elena Sanmartino, hermana de Roberto, fue la siguiente testigo. Relató que el día del secuestro y posterior asesinato, ella no se encontraba en el país. Pocos días antes, ella y su marido habían viajado a España, dados los acontecimientos que venían ocurriendo. El 15/11/74, los fueron a buscar a casa de su madre. Al no encontrarlos, se llevaron al hermano y a un amigo hasta el departamento que habitaba. De ahí, los llevaron a la Policía y los tuvieron varias horas. Su marido estaba trabajando y por eso no lo detuvieron. Le dijeron que había una denuncia de que tenía armas en su casa. Durante los meses siguientes el terror se fue intensificando en la ciudad. El 14/3/75 en un telegrama firmado por Eduardo Cincotta, los expulsaron a ella y su marido de la Universidad. Cuando les avisaron que estaban en una lista negra en la Base Naval, decidieron irse, cosa que concretaron el 7 de mayo de ese año. Todo lo que supo sobre lo ocurrido a Roberto, le fue referido por su madre: que el día 4/6/75 por la noche dio clase en la Universidad y que al terminar, todos se habían retirado, salvo él y una compañera que estaba embarazada, a quien obligó a irse dado su estado. Nunca se supo de testigos ni tampoco qué ocurrió entre las 22 hs de ese día y las 2 de la madrugada del siguiente, hora en que fue encontrado el cadáver acribillado en Colón y 212. Al parecer, alguien escuchó gritos en la zona. Los asesinos robaron las llaves y con ellas entraron al departamento de Roberto y se llevaron objetos. Luego fueron a la casa de la madre. Allí estaba ella y una amiga de la familia llamada Mónica Tomasik, ambas durmiendo. Las obligaron a quedarse en la cama y con las caras tapadas, mientras revisaban y robaban cosas. Luego, cortaron cables de teléfono, las correas de las cortinas y rompieron la llave en la cerradura. Ellas pudieron salir posteriormente gracias a que había otra entrada. Dijo que Roberto no tenía militancia política, que era un librepensador de gran sensibilidad social. Era una persona muy conocida en la ciudad, músico, daba clases en la Universidad y además era psicólogo clínico. Su asesinato produjo terror en la institución y debido a este hecho, se produjo un éxodo de psicólogos de la ciudad. Ella considera que fue un golpe directo a la Universidad. Respecto a lo declarado por Alejandro Bolino, destacó que su madre jamás le dijo nada acerca de ese episodio. Se enteró también que hacia mediados de mayo de ese año, unos hombres de civil habían parado en la calle a Roberto para preguntarle sobre ella y su marido. Agregó que se abrió una causa por el homicidio, actuando Demarchi como fiscal de la misma, pero que, al mes, fue cerrada por no obtener resultados.

El siguiente testimonio fue dado por Carlos Tobbia, cuñado de la víctima. En el año 1970, egresó de Filosofía y en 1974, de Psicología. Relató su actividad como estudiante en Humanidades y posteriormente como docente de la institución. Destacó que es el único sobreviviente de los integrantes de la cátedra. Habló sobre las características personales de Sanmartino y corroboró los dichos de su esposa sobre los hechos ocurridos a ambos.

Tomás Grigera, titular de la cátedra en la que trabajaba Sanmartino, declaró a continuación. Destacó que no vivía en la ciudad y viajaba desde La Plata para dar clase. Lo unió una muy fuerte amistad con la víctima, a quien describió como un «militante de la vida», alguien expansivo, itinerante y profundamente libre, de «temperamento provocador» en el sentido socrático del término. Según él, dadas sus características, nadie pudo convencerlo de que se fuera del país, aún cuando era conciente del clima de terror que se vivía.

En último término, dio testimonio María Cristina Guzzo, quien fuera pareja de Roberto Sanmartino. Declaró que era un hombre de múltiples talentos y de personalidad muy seductora. Dijo que durante la semana previa a su asesinato, hombres de camperas negras fueron a buscarlo a su departamento. Por eso, se fue a Buenos Aires y luego a San Pedro, localidad en la que ella vivía. Roberto estaba convencido de que buscaban a su hermana y a su cuñado. Volvió ese lunes siguiente a dar clase a Mar del Plata y el miércoles fue secuestrado.

Destacó lo absurdo de los antecedentes que figuran en el expediente judicial por el homicidio, como por ejemplo, el hecho del envío de una postal desde Chile en el año 1972. La causa se cerró sin ningún resultado el 14/7/75.