14 / 05 / 2007 | Derechos humanos,Juicios por la verdad    

El lunes 14 de mayo de 2007 en el Tribunal Oral Federal se dio inicio a una nueva audiencia del Juicio por la Verdad que impulsan los Organismos de DDHH de la ciudad de Mar del Plata desde el año 2000.

En esta oportunidad se recibieron dos nuevos testimonios: el del Sr. Enrique Rodríguez Llames y el del Sr. Miguel Angel Mitidieri. Ambos se desempeñaron como conscriptos en la Base Aérea y en la Base Naval de Mar del Plata respectivamente y pudieron observar la presencia de detenidos clandestinos e inclusive un posible “vuelo de la muerte”.

En primer lugar prestó declaración testimonial el Sr. Enrique Rodríguez Llames, quien hiciera la conscripción en la Base Aérea de Mar del Plata desde marzo de 1976 hasta fines de 1977. El Sr. Rodríguez Llames relató que durante su servicio estuvo destinado a la sección Adiestramiento de Perros y que la barraca adonde se desempeñaba estaba cerca del radar, que posteriormente fue conocido como el Centro Clandestino de Detención “La Cueva”. Cree que la custodia de ese lugar estaba a cargo de personal que no era de la Base Aérea. Recordó que la Base era relativamente pequeña por lo que los movimientos que allí ocurrían se podían conocer. También mencionó que en ese momento habría alrededor de 300 soldados, cuyas tareas eran sobre todo las guardias que abarcaban el perímetro de la Base, indicando que incluía varios puestos: el de la entrada, el lateral correspondiente al sector adonde se encontraban las casas de los oficiales, el del final de la pista, el del polvorín, el del aeropuerto, puestos laterales por la calle Estrada al fondo y uno correspondiente a la casa del Comodoro. A él en particular no le tocó hacer muchas. Las mismas duraban 24 horas y luego había 24 horas de descanso. En cada puesto había dos conscriptos. Rodríguez Llames relató que los soldados marplatenses no eran enviados a La Cueva, sino que allí iban los soldados de otros lugares, correntinos por ejemplo. Sin embargo, en fecha que no pudo precisar, a él una vez le tocó ir. Cree que fue de casualidad, ya que era el único soldado en el camión que llevaba la comida, por lo que le pidieron que la bajase. Allí vio a un joven encapuchado que le contó que era hijo de una familia que tenía una fábrica de dulces en un pueblo de la Provincia de Buenos Aires, que recordó que podría tratarse de Chascomús. Rodríguez Llames dijo estar muy asustado en ese momento. Esta fue la única vez que entró. También relató que todo el mundo sabía que en ese lugar había detenidos, sobre todo a partir de los relatos de los conscriptos correntinos que tenían que llevar la comida al lugar. Así supieron que había una cama de hierro en la que se torturaba y que había mujeres embarazadas. En otra oportunidad, estando de guardia en el puesto de la entrada, vio entrar vehículos no oficiales con personas tiradas en el asiento de atrás. No cree que estos autos de civil fuesen registrados a la entrada ya que ingresaban rápidamente. También recordó que una vez vio al Oficial Cativa Tolosa, del GADA, dejar su Dodge 1500 en el casino de los oficiales y salir en un Jeep con una chica detenida. Rodríguez Llames agregó que estando de guardia en la Torre del Aeropuerto, una noche vio que subían prisioneros encapuchados, 3 ó 4, a un avión. Las luces del aeropuerto estaban apagadas por lo que todo era muy irregular. Ese avión partió y volvió en menos de dos horas sin los prisioneros. El testigo asoció este hecho a lo que luego se conoció como “vuelos de la muerte”. Cree que el avión era de la Armada, ya que tenía hélice y así eran los de la Armada en ese entonces. La fecha probable de este hecho pudo ser principios de 1977, pero no lo pudo precisar. También relató que veces los soldados eran llevados a controles en la ruta o en la ciudad. A él le tocó estar en la ruta, en las proximidades de la Base Aérea. En esas oportunidades se pedían los documentos, y si bien había una lista de nombres a la que sólo tenían acceso los oficiales, una vez pudo verla. Reconoció a personas conocidas suyas, de la Universidad, de su actividad deportiva y de su militancia en la JUP. A algunos de ellos pudo avisarles pero el testigo prefirió dar estos nombres en privado. También recordó que algunos de esos nombres eran de compañeros que luego desaparecieron, tal el caso de Eduardo Caballero y Juan Carlos Abachián.

Recordó que el Jefe de la Base era Agustoni y el subjefe Vecchio, pero que ellos nunca se veían. También mencionó a un suboficial de la Policía Militar apodado “Caballo Loco”. Cuándo fue interrogado acerca de un Oficial de apellido Molina, dijo recordarlo como “medio loquito”, siempre con armas y granadas y vinculado a la represión. Nunca lo vio en La Cueva, pero se decía que ingresaba al lugar. Al testigo se le acercó una lista con nombres de quienes se desempeñaron como personal de la Base en aquella época y pudo recordar a Agustoni, Francini, jefe del aeropuerto, Molina, suboficial mayor, Reyna, suboficial a cargo de la tropa, Cativelli, suboficial asignado al aeropuerto, Espeche, suboficial mecánico, Fiappi, su jefe en el adiestramiento de los perros, Gallardo, suboficial mayor. Si bien los veía a diario nunca los oyó hacer ningún comentario acerca de los detenidos en La Cueva. También se le acercó una fotografía y el testigo dijo que podría tratarse del mencionado Molina.

Ante una pregunta acerca de si el personal de la Base conocía algo acerca de su militancia política, Rodríguez Llames dijo que el día que abandonó la Base Aérea como soldado, la persona que le entregó su libreta le dijo que sabían perfectamente quien era y que lo habían estado vigilando. Cree que era “Caballo Loco”, a quien describió como castaño, grandote y de cabeza chica.

El siguiente testigo fue Miguel Ángel Mitidieri, quien realizó el servicio militar desde febrero de 1975 hasta abril-mayo de 1976 en la Base Naval de Mar del Plata, en la 4ª División Comunicaciones. Dado que estaba estudiando abogacía en la Universidad, pidió prórroga, por lo cual entró a la conscripción con 25 años. Hasta obtener su título, su horario en la Base fue de 6.30 a 12 hs. Después, debió cumplir el horario completo, de 6.30 a 16.30 hs. Su lugar de trabajo era el 4º piso del edificio central de la Base, donde estaba la máquina de radio teletipo. En ella se recibían y enviaban mensajes a la Base de Puerto Belgrano y otras bases sobre cuestiones cotidianas. Mitidieri dijo que en un cuarto aparte había otra máquina a la que no tenían acceso los conscriptos y que podría haber sido utilizada para comunicaciones de otro tipo. En ese mismo edificio había un comedor y un lugar donde dormían. Recordó que el día 23 de marzo de 1976, el capitán Ortiz, su superior, le indicó que dado que estaban acuartelados y se necesitaban baterías para los intercomunicadores, debía ir a comprarlos, dejar su auto en la casa y volver. Cuando volvió a la Base, el panorama había cambiado completamente: la mayoría de sus compañeros no estaba, habiendo sido trasladados a localidades cercanas. En cambio, había muchos infantes de Puerto Belgrano que, al parecer, llegaron en un barco que nunca vieron. Se decía que el reemplazo era para evitar que, en caso de enfrentamientos entre marplatenses, los soldados no dispararan. Desde el cuarto piso, observó gran movimiento de entrada y salida. Se escuchó un tiroteo y bombas en el puerto. A la madrugada pudo ver muchos hombres, tal vez unos cien, en ropa interior, incluso descalzos, sentados y esposados bajo un pino muy grande. Eso se repitió en los días subsiguientes. En esos días también, fue requerido por un oficial mientras hacía cola para el almuerzo. Este le indicó que debía pasear por un playón próximo a un detenido que estaba acalambrado, orden que cumplió. Este hombre estaba encapuchado con un bolso naval y le pidió repetidamente que le dijera en qué lugar estaba. Él no respondió dado que les habían ordenado no hablar para no ser reconocidos posteriormente y así evitar las represalias, tanto a ellos mismos como a sus familias. El testigo dijo que antes del golpe militar había dos colectivos verdes que estaban destinados al transporte de personal naval dentro de la ciudad. Después del 24 de marzo, esos vehículos dejaron de prestar ese servicio y pudo ver en varias oportunidades, por las noches, que se usaban para sacar detenidos de la Base por la puerta principal. Los mismos tenían las ventanillas tapadas Se comentaba que los llevaban a la Base Aérea. En el predio había lugares a los que no podían acceder desde antes del golpe. Aunque no había carteles ni guardias, sabían que serían castigados si no respetaban la orden. Si bien no le consta, se decía que los detenidos estaban en el edificio de la escuela de buzos tácticos, arrodillados, encapuchados, amordazados y con las manos atrás. No recuerda haber visto médicos, abogados ni contadores. Los abogados de los Organismos le facilitaron una lista de conscriptos de la clase 1954 y el reconoció a Jorge Rubén Vergés, Jorge Ernesto Comas, Di Fiori, Di Rocco, Rubén Fabricio, Luis M. Muñoz y Juan José Parietti, quien formó parte del grupo que fue trasladado el día previo al golpe.

Carmen Segarra
Secretaria de DDHH
adum