Una película rica en matices que en su tramo final condensa una preciosa historia de autoexploración y reconciliación. Mandarinas no omite la guerra: la plasma en otros niveles. Y el registro por el que aboga el film está en el compromiso, pero también en un halo de melancolía lírica que eleva la película a la categoría de grandiosa tragedia clásica. O, siguiendo la poderosa imagen de la mandarina, podríamos decir que el film es un fruto en apariencia dulce, con regusto ácido en su interior y con piel áspera a la par que delicada.
Rodada por Chaitanya Tamhane cuando tenía apenas 27 años, La acusación narra la historia de Narayan Kamble (Vira Sathidar), un cantante de folk, maestro de escuela y activista social de 65 años acusado de ser el responsable del suicidio de un trabajador que limpiaba alcantarillas, supuestamente motivado tras escuchar la letra de una de sus corrosivas canciones.
Narayan -una figura incómoda para el gobierno- es llevado a juicio en un proceso que se alarga durante meses y en el que es sometido a todo tipo de situaciones absurdas en medio de un sistema legal dominado por el caos, la incompetencia y la indiferencia (a veces directamente por el maltrato y la deshumanización).
Lo que hace de La acusación un notable primer largometraje es no sólo la sobria y austera puesta en escena de Tamhane y la impecable actuación de Sathidar, sino también la credibilidad que transmite incluso en los pasajes más ridículos (el efecto gracioso de ciertos momentos tragicómicos rápidamente se disipa para dar lugar a una sensación de angustia y enojo por las penurias que sufre el protagonista).
La película apuesta con paciencia por la acumulación para que el espectador sienta el mismo peso que el burocrático aparato judicial carga sobre nuestro atribulado antihéroe. Abogados, fiscales, jueces y agentes policiales se volverán meros engranajes de una antiquísima maquinaria, cuyo objetivo parece ser el de desalentar siempre al acusado hasta convencerlo de que no vale la pena seguir peleando.
Con escenas de juicio dignas de un documental y descripciones de la intimidad de los principales personajes que exponen desde las diferencias de clase hasta la represión a los intelectuales, La acusación surge como una evidencia contundente de que el nuevo cine de la India es mucho más que una moda en expansión. Un acontecimiento cinéfilo para no dejar pasar. DIEGO BATTLE, extracto de La Nación.
Domingo 29, 16.00 / 18.30 hs.
EL ABRAZO DE LA SERPIENTE (Colombia-Argentina-Venezuela/2015) . Dirección: Ciro Guerra. Guión: Jacques Toulemonde y Ciro Guerra. Fotografía: David Gallego. Música: Nascuy Linares. Edición: Etienne Boussac. Diseño de producción: Angélica Perea. / Elenco: Brionne Davis, Nilbio Torres, Antonio Bolívar, Jan Bijvoet, Nicolás Cancino, Yauenkü Migue y Luigi Sciamanna. 125 minutos. (AM 13 a.)
Abrazar la magia ancestral
Nominado al Oscar 2016 a mejor película extranjera y premiado en festivales como los de Cannes y Mar del Plata, este tercer largometraje del colombiano Ciro Guerra -tras La sombra del caminante y Los viajes del viento– ha sido uno de los exponentes del nuevo cine latinoamericano con mayor repercusión internacional. Un logro que no siempre tiene que ver con la calidad (las modas y el marketing suelen jugar un papel importante), pero que esta vez sí está en sintonia con sus méritos artísticos.
Guerra rodó con bellísimas imágenes en blanco y negro (en una pantalla ancha que pide a gritos su visión en salas de cine) esta épica de espíritu herzogiano (hay algo de Fitzcarraldo y, sobre todo, de Aguirre, la ira de Dios) sobre la relación durante más de 30 años entre dos científicos (uno alemán y el otro estadounidense) y Karamakate, un chamán -último sobreviviente de su tribu- que emprende con un etnobotánico llamado Evan un viaje al corazón de la selva en busca de la yakruna, una milagrosa planta curativa de las profundidades del Amazonas de la que solamente el curandero conoce sus secretos.
Hablada en dialecto original de la zona, El abrazo de la serpiente resulta una hermosa, evocativa y en muchos pasajes fascinante exploración sobre el choque de culturas, tradiciones y religiones, así como la fuerza de la naturaleza salvaje.
Entre el cine espiritual, el etnográfico y el de aventuras, se trata de un film con muchos más hallazgos que lugares comunes y que significa un salto de calidad del cine latinoamericano a la hora de abordar sin pintoresquismos for export sus mitos y tradiciones ancestrales. Diego Battle, La Nación